Horizontes divididos

Imagen tomada de: https://pixabay.com/photos/woman-bath-wet-water-glass-465577/

No sé si fue por necesidad o algo por el estilo, pero tus prendas están tiradas por el piso, las mías sobre el sillón y por más que están separados de esa forma, fue para poder unirnos. Es como si quisiéramos entrelazarnos por el poder del amor, pero no podemos amarnos por la exigencia del quiero.

            Oteo la habitación y noto que se impregnó tu imagen sobre el colchón como si fotocopiara tus curvas, y me inquieta ese pensamiento porque en cualquier momento desaparecerá de nuevo, mientras tanto disfrutaré del momento, hasta que haya una próxima vez para que se repita.

            Se oye el agua que cae contra el piso y eso me despierta del trance, el vapor tras la mampara difumina tu cuerpo, sin embargo, la silueta lo conozco a la perfección e imagino arrastrar mis dedos para recorrer cada centímetro de tu piel, mientras que tú me dices que continúe en una voz susurrante, jadeante. Sonrío como un demente de este lado porque sé que tú también lo haces y por más que ahora te quitas mis restos, necesitas con urgencia.

            Quisiera convertirme en el agua que chorrea sobre ti y siento celos de tus manos que succionan tu aroma, tu calor, veo que frotas esa esponja con parsimonia y quisiera estar dentro para presenciar esa obra maestra, soy como el espectador que queda impactado y aplaudo después que cierra el telón.

            —¿Estás bien? —escucho tu voz después que me sientas ausente, como si de verdad estuvieras preocupada por mí.

            —¡Estoy bien! —digo desde mi posición como si solo me quedé aletargado después que recorrí con la mirada tu entrepierna y las areolas de tus senos.

            —Cuando estás muy callado, me asustas —dice tras la puerta, mientras que cierra el grifo y caen las últimas gotas.

            —En el silencio, contemplamos mejor todo lo que nos rodea —puntualizó.

            De a poco el vapor se seca y me percato que sonríes por lo que dije, y me alegra saber que mis brotes te endulzan los oídos.

            —Bobito.

            Quizá sí, y quiero confesarte que tu amor me poseyó como un demonio y ni exorcizándome me librarás de esta condena, incluso ya intenté bautizarme con el río de otra mujer, para no deambular perdido por este desierto.

            Lo más triste de este nuevo episodio, que el desliz dura poco y lo inevitable toda una vida, porque cada quién debe regresar a su casa con la persona que dice que ama.

© 2021 Marcos B. Tanis.

Publicado por Marcos B. Tanis

De profesión analista, docente y magíster en auditoría en informática, amante de la lectura y ahora escritor. Tengo mis primeras novelas publicadas tituladas: Fragilidades del alma y Aquello que menos esperas I y II, además varios apresurados por salir de la oscuridad.

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