El enemigo a quien más admiro

Cuando llegó de visita, ella apenas quiso recibirlo. Ni siquiera se animó a mirarle a la cara; siempre sucedía lo mismo y ya había pasado el tiempo suficiente, lo necesario para olvidar que antes hubo algo entre ellos dos.

            —¿No me digas que es estofado…? —preguntó Ariel, confianzudo, tras olfatear su comida preferida.

            —Sí, si quieres puedes servirte, pero, por favor, no te malacostumbres —sostuvo su exesposa con un sabor agridulce al saber que él se sentaría a su mesa.

            Una vez hubo comido todo aquel manjar preparado por sus finas manos. Ariel le habló de su labor y situaciones cotidianas de su labor de policía, que, por cierto, no le importó demasiado a Nancy.

            —Dile a nuestro hijo que hoy iremos a ver Soul (la nueva película de Pixar).

            Nancy subió en las escaleras y Ariel no pudo contenerse en ver aquel cuerpo que conocía, ella miró por encima de sus hombros para saber si seguía haciéndolo. Luego se perdió en el segundo piso.

            Mientras aguardaba a su hijo, Ariel fue hasta la sala; se percató que Nancy había sustituido todas las fotografías de él y su hijo, ahora ornamentaban la de su nueva pareja, Renato. Se sintió incómodo y un calosfrío de celos recorrió cada centímetro de su cuerpo.

            En ellas, se podía apreciar la naturalidad del amor que logró obtener de ellos dos, en cambio en Ariel, esos retazos de amor, se perdieron en la bruma del olvido. Incluso, el pequeño Xavier, parecía feliz al lado de su padrastro, Ariel no iba a admitir jamás que sentía celos.

            Incluso, se rumoreaba (su exsuegra) que Nancy estaba esperando su segundo hijo. Y el arcoíris de su miseria, se completó.

            —¡Papá! —salió tras de sí y Xavier abrazó a su padre.

            Nadie podía objetar el amor de padre e hijo, ni por más que Renato le comprase el mundo y él tampoco tenía la culpa de que sus padres se hayan separado.

            —Hijo, hoy será tarde de palomitas, cine y después helado.

            —¡Yupi!

            Nancy lo miró con resentimiento, no quería que su hijo coma tantos dulces. Sin embargo, al ver cómo se dibujó su felicidad al reencuentro con su padre, aceptó que le complazca de ese modo.

            Además, Nancy se había percatado que Ariel antes, miraba las fotografías que adornaban la sala.

            —Te veo muy feliz —sostuvo, con voz trémula.     

            —Espero que pronto también lo seas.

            —Lo soy —apuntó al niño.

            Tras una tímida despedida con su exesposa, padre e hijo fueron una vez más a una tarde inolvidable.

© 2023 Marcos B. Tanis.

Publicado por Marcos B. Tanis

De profesión analista, docente y magíster en auditoría en informática, amante de la lectura y ahora escritor. Tengo mis primeras novelas publicadas tituladas: Fragilidades del alma y Aquello que menos esperas I y II, además varios apresurados por salir de la oscuridad.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar