Crisis de fe

Tras la llegada del Prior Juan a la iglesia de San Lucas; había pasado un mes, se acostumbró y asentó sus bases monacales demasiado pronto. Sin embargo, aunque tenía buenas intenciones, se percató que toda la documentación estaba almacenada en carpetas archivadoras, sin orden aparente e impregnado de recuerdos y telarañas. Imaginaba que ellos también debían adecuarse a la tecnología actual y toda esa documentación obsoleta, debían digitalizarlos.

            El Prior había cumplido recién sesenta años y veintiocho cumpliendo servicios a la comunidad. No estaba cansado, claro está, porque amaba el dogma celestial, pero necesitaba de una persona más joven para cumplir ese tipo de labores. Le habían recomendado al fraile Ignacio, de veintitantos años y con muchas ganas de convertirse en un fiel seguidor de Cristo.

            El Prior Juan le comentó sobre su interés y le había dicho al fraile que él encajaba a la perfección a sus intereses y cuando le habló de las tareas a desempeñar, él aceptó gustoso.

            Cuando hubo llegado y notó la montaña de folios, supo que le tomaría meses terminarlo y sin más dilación, inició aquel proyecto religioso apenas se acomodó dentro de aquel aposento sagrado.

            Mientras escaneaba los documentos, de vez en cuando se ponía a leer informaciones que parecían relevantes. Eran certificados de bautismos, casamientos, entre otros documentos de antaño.

            Todo parecía normal, el Prior cada mañana preguntaba el avance y aunque pareciera que no lo hacía como creía, en apenas cinco días, Ignacio había cargado cinco mil documentos digitalizados en una base de datos en la nube, listo para ser consultado por el que precise de él.

            Hasta que un día, de entre los documentos aparecieron unas fotografías muy comprometedoras.

            El sacerdote que antecedía como regente y que se había jubilado hace apenas unos meses atrás, era el principal protagonista, en aquellos retratos se lo veía joven y en ropas

menores. Al lado de él había diferentes niños, desnudos, algunos sonriendo ante la cámara y otros suplicantes, mientras practicaban la felación.

            ¿Qué significaba aquello? —se preguntó en silencio, mientras veía asqueado lo que el sacerdote hacía con los niños. ¿Sabían sus sucesores de aquella transgresión?, ¿eran cómplices o encubridores también?, le dio una especie de repugnancia y horror por encubrir algo tan grotesco e imperdonable.

            El fraile había oído muchas veces que se hablaba de los hombres que utilizaban el recurso de la fe como engaño, que prometían cielo cuando ellos mismos ardían en el fuego de sus pensamientos, se auto engañó por creer que nunca vería algo similar y que todo lo que se decía era parte de un plan socialista para acabar con sus dogmas.

            Tenía que hacer algo al respecto, sin importar que le haya sido engendrada esa crisis de fe sobre aquella religión que profesaba. Él debía convertirse en aquel héroe libertario de su verdad y ahora que tenía la tecnología en su poder, debía enseñar aquellas imágenes a como dé lugar, para que el sacerdote ni nadie nunca más se aproveche de su superioridad y se oculten tras la máscara de su inmundicia.

            El fraile Ignacio en posición de genuflexión, pidió perdón a la imagen colgada en la pared y regresó a su computadora para denunciar lo que allí se ocultaba. Quizá rompería sus lazos con la religión, pero si no lo hacía, se convertiría en un pecador más y él no quería ser cómplice de esos súbditos infames.

            © 2023 Marcos B. Tanis

Publicado por Marcos B. Tanis

De profesión analista, docente y magíster en auditoría en informática, amante de la lectura y ahora escritor. Tengo mis primeras novelas publicadas tituladas: Fragilidades del alma y Aquello que menos esperas I y II, además varios apresurados por salir de la oscuridad.

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