El esplendor

El invierno se precipitó, las familias encendían las brasas de sus chimeneas o conectaban sus calefactores eléctricos para mantener un clima agradable dentro de los hogares. Incluso los perros no salían a la intemperie; no cayó nieve, sin embargo, nunca había bajado tanto la temperatura y en los informes nadie recordaba que hubo algo similar.

            La familia González era una de ellas. Miguel y María; padres y Samuel, el hijo con “ciertos poderes”. Ninguno supo por qué nació con él esa condición y tampoco ninguno de ellos sentía lo que él.

            Samuel al principio pensaba que se trataba de un sueño lúcido, pero después empezó a cobrar mayor fuerza en él aquellos síntomas y tuvo que asimilar que era un chico especial.

             Podía apreciar el brillo de las cosas, como también el aura de las personas y sus ramificaciones emocionales, incluyendo a sus propios padres, al menos eso fue lo que Samuel comentó, sin embargo, obvió la parte de las premoniciones o visiones que podía tener.

            Aparecían a cualquier hora, en el colegio, en la misa dominical, en las cenas de navidad o donde uno menos espera. Recién a los once años pudo controlar esas visiones y evitaba decir lo que podía ver a través de ellos. Muchas veces sus amigos querían usufructuar su don con algunas chicas o uno más astuto le pidió que le enseñase algún cartón de la lotería. Él, por supuesto hizo caso omiso a aquellas solicitudes y decía que solo en ocasiones especiales aparecía el esplendor.

            En una de sus premoniciones vio lo que les iba a ocurrir a su familia y a él. No podía asegurar la fecha exacta, sino el lugar, la atmósfera y cómo sucedería. Los tres estaban en la sala, su padre bebiendo una cerveza y su madre una copa de vino, reían de algunas anécdotas y él mientras tanto armaba las piezas de un rompecabezas. De pronto, su padre escuchó el timbre, miró por el rabillo de la puerta y tras acceder con un gesto de su madre, decidió abrir. En ese ínterin, dos sujetos desenfundaron sus armas y le dan un culatazo en la frente, Samuel grita y un hilo de sangre recorre el rostro de su padre mientras pide que no le hagan daño.

            En un intento desesperado, su madre le envuelve en sus brazos y a ellos no le importó el llanto del niño. Lo desprenden de la defensa maternal y uno de ellos lo empuja tan fuerte que su madre trastrabilla y cae sobre un jarrón. Su padre, con la furia en la sangre, se arma de valor y se lanza contra uno de ellos. Era una lucha infernal que duró unos diez segundos, suficiente para que el otro, le encañone y disparase a muerte. Su madre, ya recuperada, herida de amor corre tras su marido y el otro sujeto piensa que era contra él quien se confrontará y no duda en disparar por segunda ocasión.

            Samuel, helado de miedo, no dice nada, solo se percata el aura de maldad en uno de los asaltantes y en otro, una especie de arrepentimiento, mientras que dos ectoplasmas flotan al despedirse de los cuerpos que yacen en el piso de la sala. Miradas que supuran crueldad, una mezcolanza de sentimientos que se difuminan con la realidad cuando esta golpea.

            Jamás sabrá si ocurrirá aquella extraña visión. Tampoco les quisiera alarmar y piensen que su hijo se está volviendo loco. Eso sí, muchas veces acertó en sus premoniciones más básicas y hasta sabía sobre los encuentros furtivos que su madre tenía con el jardinero y que su padre descubrió. También sabe de lo arrepentida que está y que aún siguen amándose a pesar de todo.

            Siempre pensó que no merecía ese tipo de don, era demasiada carga para él y no sabía cómo poder desheredarlo. No había medicinas ni tratamientos, solo restaba convivir con aquello y anhelaba que lo que visionó, solo sea una dislexia emocional.

©2023 Marcos B. Tanis.

Publicado por Marcos B. Tanis

De profesión analista, docente y magíster en auditoría en informática, amante de la lectura y ahora escritor. Tengo mis primeras novelas publicadas tituladas: Fragilidades del alma y Aquello que menos esperas I y II, además varios apresurados por salir de la oscuridad.

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