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Me levanto de la cama, son las 2 a.m., te veo allí, durmiendo con los ojos medio abiertos; recuerdo que siempre bromeábamos sobre eso y tú me recriminabas por mis ronquidos, todo para defenderte de mis ataques y nos matábamos de risa.
Tras acariciar tu rostro y acomodarte el edredón, voy por un poco de agua. La tenue luz de la habitación hace que camine con cuidado de no tropezar y recojo los juguetes que dejó tirados en el piso, María.
La luz de la sala siempre permanece encendida y me detengo al ver nuestras fotografías, que adornan las paredes y los muebles, ¿sabes?, se nos ve felices y sé que aún seguimos estándolos de algún modo.
A continuación, abro con cuidado la puerta de la habitación de María, para contemplar mientras duerme y cuidarla de monstruos que pudieran aparecer. Hasta en tus sueños te ves bonita y sonríes.
Me alegra que lo seas.
Cuando llego a la cocina, veo los utensilios esparcidos sobre la mesa. Recuerdo que odias demasiado lavar los cubiertos y dejas todo “para después”.
Cuando regreso a nuestra habitación, me detengo en el pasillo, a contemplar el espejo sin mi reflejo y es cuando recuerdo que ya no estoy y que de vez en cuando aparezco para no desaparecer de sus lados. No saben la carga que tengo por no estar viéndolas felices, por no poder acompañarlas y me siento culpable al respecto.
Me tumbo de nuevo a tu lado, sé que sientes mi presencia, porque amagas abrazarme y suspiras cuando te acomodo el cabello. Sin embargo, ahora debo regresar adónde pertenezco.
En el limbo de las almas en pena.
© 2023 Marcos B. Tanis.
Hermoso escrito. Un saludo!!
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Gracias Nomada por apreciar. Saludos.
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Reblogueó esto en RELATOS Y COLUMNAS.
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Muy bueno y duro a la vez
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Gracias Fran. Aprecio para ti.
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