Hay algo en la oscuridad

Escucho llantos en mi sueño y despierto con perplejidad cuando siento que no es solo eso, ¿qué significa? —me pregunto, mientras busco mis alpargatas al costado de la cama. Tras abrir los párpados con dificultad, busco a tientas la perilla de la luz y cuando la bombilla se enciende, no veo que suceda nada extraño.

            Había dejado el vaso sobre la mesita en la sala donde estuve bebiendo un poco de vino, también está el frasco de la pizza que dejé con varias porciones intactas. Ya son dos noches seguidas que despierto sin razón aparente y ya no puedo conciliar el sueño, hasta pienso que algún ente sobrenatural irrumpe a propósito mi tranquilidad.

            Nunca había creído en nada concerniente a lo fabuloso ni a lo místico (al menos que me ocurra de veras), a continuación, abro el grifo de la canilla y cargo el vaso un poco más de la mitad, lo bebo a grandes sorbos y después voy de nuevo a mi sofá para estirar las piernas sobre la mesa.

            Contemplo la oscuridad y el haz de luz de la luna entreabre miles de posibilidades que me hacen pensar que lo que sentí o lo que siento, solo es producto de mi imaginación.

            Sin embargo, hay una especie de aura tenebrosa que se mimetiza con mis miedos. Saco a continuación un cigarrillo y le doy dos caladas largas para quitarme de encima ese miedo irreal, ni siquiera puedo llamar a la policía para decirles que al parecer hay una presencia extraña dentro de mi casa, hasta podrían tildarme de loco y ya hay demasiados en el mundo para también estarlo.

            Me entretengo un rato con juegos en líneas, sudokus y crucigramas, pero nada me convence. Luego tomó un libro al azar para concentrarme en ello, no obstante, por más que lo intente hay algo que me perturba el ánimo. «Si sigue este ser sobrenatural molestándome, debo buscar la manera de alejarlo, exorcizándole o mudándome de casa», pienso.

            ¡Qué quieres! —exclamo a la nada. Es obvio que nadie contesta y el ruido del silencio me da repelús.

             Miro a ambos lados y solo encuentro soledad, de un lado, los muebles inanimados adornan cada rincón de mi casa.

            Ni siquiera creo en dios para rezarle, ni en el diablo para ofrecerle mi alma. Solo me queda frotar los ojos para quitarme de encima esa imagen inexistente de lo incierto, me enjugo el rostro para devolverme a la realidad y encierro con fuerza los dedos en un puño para saber que no estoy dormido.

            Quizá ese algo, no es ningún dopplegänger, sino soy yo mismo luchando con mis demonios internos. Por olvidarme de quién fui, por dejar que el tiempo me subyaga a sus antojos, porque esta soledad es solo producto de mi otro yo y el miedo que nace es por pensar que no lo tengo.

            Estoy volviéndome loco y este café de sucedáneo, solo está prolongando esta agonía.

            Tomo un somnífero y es lo único que emancipa mis sentidos, que me regala una noche que no es mía. Hasta que despierto y empieza un nuevo día.

© 2023 Marcos B. Tanis.

Publicado por Marcos B. Tanis

De profesión analista, docente y magíster en auditoría en informática, amante de la lectura y ahora escritor. Tengo mis primeras novelas publicadas tituladas: Fragilidades del alma y Aquello que menos esperas I y II, además varios apresurados por salir de la oscuridad.

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