Arrebujándome a la sábana

No quiero estropear lo que no comprendo y solo observo como pasa el tiempo, porque no hay palabras que definan esto; que lo nuestro ya se acabó, ¿sabes?, quisiera confesarte que aún despierto pensando en que todo esto es parte de un sueño, sin embargo, al despuntar el alba, el frío de la soledad me despierta con su dosis de crueldad.

            Acaricio la silueta de tu imagen y sonrío como un tonto ante el hecho de que te materializo en las mañanas. Después caigo en la cuenta que la cama es un campo yermo de ese lado dónde antes dormías.

            Los primeros días han sido difíciles y me escondía en laberintos fabricados y me entretenía con los recuerdos, todo para procesarle a mi mente que deseche lo que quiero olvidar (sin éxito aún).

            Tras cepillarme e ir a la cocina, me preparó un café y luego me siento en aquella mesa para dos, dónde aún permanecen dos sillas, dos mantelitos, una taza, un rollo de servilleta de papel y cucharadas de anécdotas.

            No quise que sucediera de este modo, que a alguien más le preparases el café, que a alguien más ahora le das un beso al despertar, que le sugieres qué corbata hará juego con el traje y le preparases el sándwich para el descanso laboral.

            ¿Qué te he hecho para merecer este engaño?, ¿acaso maquillaste esta felicidad consensuada? —cuestiono a la nada—, por tu culpa a veces las noches se me hacen eternas y los años se me hacen cortos. Ni siquiera me has preguntado ¿cómo estoy? o, ¿si estoy mejor sin ti?, tal vez ni te importa más, porque tú recibes flores cada 14 de febrero, mientras yo, espero aquel amor que nunca viene.

            Han pasado tres años desde que te has marchado, quizá es tiempo que me desligue de lo que éramos y me apegue a lo quiero ser sin ti.

            Pero mientras tanto, hasta que ocurra, esta noche me arrebujaré una vez más a las sábanas de tus recuerdos.

© 2023 Marcos B. Tanis