Figuras

La veo allí, sentada sobre una alfombra improvisada (hecha de frazadas guardadas y con olor a naftalina, reposando allí hasta que llegue el otoño). Hay varios juguetes alrededor de ella, muñecas, casas, osos, un auto rojo y juguetes por doquier. No obstante, todo lo que existe alrededor son seres inanimados que contemplan esa asombrosa manera de dibujar; trazos curvilíneos, rostros con forma de animes y una amalgama de colores que cobran vida sobre aquellos dibujos.

            Casi siempre nos dibuja a mi esposa y a mí, aunque allí, impregnado en aquel cuaderno pareciera más guapo de lo normal, aunque algo no cambia entre lo real e imaginario, me veo feliz en ambos mundos, tomándole de la mano, con un rutilante sol sobre nuestros esbozos, ¿saben? me tiento a decir que son casi perfectos.

            Mi hija se da cuenta que la miro mientras crea aquellas obras de arte, es más, tal vez hasta quiere que lo haga para que aprecie ese don que le acompaña, y mientras lo hago, de pronto una lágrima se me escapa, como si esta tuviera vida propia y actúa bajo la premisa de la melancolía.

            Pienso que he hecho bien mi trabajo de padre… porque lo siento cuando mi niña me abraza, cuando me cuenta sus anécdotas, sus sueños más íntimos, cuando arranca una flor mientras caminamos y nos obsequia con sonrisa incluida. Es tierno su manera de ver las cosas, porque no existe un ápice de maldad en aquel ser que es parte de mí y que alguna vez será de alguien más.

            —¡Mira lo que te hice, papi! —me enseña una hoja más que, luego irá directo a la puerta de la nevera.

            —¿Soy yo? —me desconozco, hasta frunzo el ceño para que pareciera real mi sorpresa de siempre.

            —Es tu cara, papá —suenan carcajadas provenientes de lo más hondo de su dulzura y luego la acompaño.

            De pronto me doy cuenta que me convierto en una más de aquellas figuras, contemplándola, apreciando esa inocencia que camina sobre un mundo que no conoce.

            Luego aparece mi esposa, con su ovalada panza, cargando a nuestro segundo hijo, ambos nos aproximamos cuando ella se asoma. Yo la beso en los labios, Alejandra, se posa en su ombligo, busca escuchar el latido del hermano que espera con ansias —más allá nuestra mascota aúlla con una especie de celo.

            Así es la vida, un arte abstracto, donde animales, figuras humanas e inanimadas se concentran para apreciar que nos crearon para ese momento.

            Nuestro momento.

© 2023 Marcos B. Tanis

Publicado por Marcos B. Tanis

De profesión analista, docente y magíster en auditoría en informática, amante de la lectura y ahora escritor. Tengo mis primeras novelas publicadas tituladas: Fragilidades del alma y Aquello que menos esperas I y II, además varios apresurados por salir de la oscuridad.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar