Cielo e infierno

Yahvé y Asherah querían expandir su gobierno, no solo en el cielo, sino también en los planetas existentes y tras un consenso de tres dioses, elaboraron un plan para declarar que el universo sería de su creación. Las deidades habían tenido un solo hijo, Samael, quien, a pesar de tener todo un reino bajo su regencia como el tercer del mando, él era consciente que su padre no dejaría que heredase todo su imperio.

            El poder de Yahvé era infinito y leyó los pensamientos de su unigénito y sus intenciones de derrocarlo. De manera que le confesó a Asherah sobre la voluntad de su hijo y ella de alguna manera… comprendió su avaricia. Como ella era la diosa de la fertilidad, empezó a moldear seres casi iguales a ellos a quienes llamó ángeles, estos eran asexuales y los creó, no con la intención de procrear, sino para proteger el inmenso reino del cual ahora estaban camino a la confrontación.

            Samael como era inmortal, en todos esos milenios aprendió de capacidades del que no sabía que era capaz. Empezó a practicar sobre el control mental, después de que sus progenitores hayan creado aquellos seres para la lucha, él decidió hacerlo también. Sus contrincantes se quedaban absortos ante su fácil determinación y la elusión perfecta que tenía. Los ángeles eran fuertes, pero Samael lo era más. A algunos de ellos los dejó muy heridos y otros, solo se daban por vencidos para no llevar la misma suerte.

            No conforme con las luchas de cuerpo a cuerpo, empezó a perfeccionar otros poderes, la retrocognición y propiocepción.  Además de lo que iba aprendiendo por el camino, también creció con el poder de derrocar a su padre, el Dios del universo.

            —¡Falacias!, ¡eres un farsante! —le había dicho, tras la cena de aquel día, ante la atenta mirada de su madre.

            —¡Samael!, ¡respeta a tu padre!

            —No puedes permitir esta mentira, sabes que padre no está solo en este extenso universo y hay otros dioses más poderosos que él.

Yahvé se entretuvo con su bebida por un rato, no quería escuchar sandeces por parte del envidioso de su hijo. Además, él como deidad podría derrocarle y enviarle a un lugar oscuro. Del que seguro, estará arrepentido por toda la eternidad.

            Molesto y herido por las mentiras de su padre y la complicidad desmedida de su madre, Samael se marchó hacia su aposento. Una vez allí, encima de su cama hecha de restos estelares, empezó a formular alguna estrategia para derrocar a su padre.

            Tras vanagloriarse, recurrió al control de persuasión contra sus súbditos, al principal y que estaba bajo su mando, lo declaró como general destronado. No porque él lo quisiera, sino porque como era hábil en telepatía, sabía que su padre los expulsaría de su reino más adelante. A Samael no le importó que lo haga, ya que le concedería el poder de sembrar su semilla en cada lugar que elijan.

            Samael inoculó su maldad a sus siervos y los condenó al olvido (una vez que inicie la confrontación por la sucesión).

            Yahvé desde su trono, observó aquel panorama de matices grises que iban contaminando su extenso cielo. Quiso persuadir a su hijo a que cambiase de opinión, sin embargo, como él quería poseer lo que su padre tenía, se cegó ante la condición avara de su parte.

            —Sabes que no quiero confrontarme contigo, hijo. Tu madre está preocupada por lo que está sucediéndote —sostuvo, desangelado.

            —Padre, si no quieres confrontarme, ¿por qué no solo me entregas tu corona y mantengamos la paz en nuestro reino?

            —¡No!, ¡tú no eres capaz de gobernar! —tomó su báculo sagrado, a continuación, se levantó apoyándose en él y todo el cielo sufrió un cielomoto.

            —¡Cómo puedes saberlo, dios falso!, ¿acaso no ves cómo puedo ejercer mi fuerza y convocar a este conjunto al que llamé, siervos —enseñó a sus esbirros.

            —Lo hiciste bajo el poder del engaño.

            —Como si tú no hicieras lo mismo, padre, ya mis siervos saben tus intenciones de autoproclamarte rey del universo. Ellos al igual que yo, no lo podemos permitir.

            Asherah tuvo que interceder.

            —Hijo, por favor, no nos obligues a expulsarte de nuestra familia y condenarte al infierno.

            —Madre… ¿tú también has decidido a lo que padre impuso?, al final no eres más que su sirvienta y quien obedece como si tus acciones o palabras no tienen poder alguno.

            Samael hablaba con fluidez y con su empatía forzada quiso convencer a su madre a que acepte su condición.

            No obstante, Asherah, tenía el poder de deshacer su propia creación y no dudó en hacerlos contra los supuestos súbditos de su hijo. Samael observó extrañado como sus siervos iban desapareciendo poco a poco y herido una vez más, no escatimó en luchar con su padre a fuerza bruta.

            Miguel, el arcángel protector de ambas divinidades se interpuso en su camino y con su espada celestial, atajó sus débiles ataques. Acto seguido, Miguel volteó hacia su Dios y este le hizo un gesto para que continúe con su empresa.

            El arcángel más poderoso, lanzó el primer ataque contra Samael, al principio pensó que lo detendría, pero conforme los ataques eran lanzados, estos se hacían cada vez más poderosos. Asherah no se contuvo y sollozó desde su trono.

            —Arrepiéntete hijo, te cederé otros reinos —le propuso su padre.

            —¡No, quiero tu trono!, ¡quiero ser tú!

            —¿Por qué ese deseo, hijo?, tú sabes que el único que puede regentar el universo entero, soy yo.

            Desde atrás, no vio venir a un ángel que Samael logró trastocar su mente. Si no fuera por Asherah, este heriría a su marido. Ambos no querían que su único hijo, se transformara y por ese motivo, decidieron enviarle al otro cielo, el cielo de los condenados.

            El arcángel Miguel abrió un portal y con solo posar su espada celestial contra el cuerpo de su adversario. Lo expulsó del cielo, esto, por orden de Yahvé.

            Milenios más tarde, Yahvé, decidió poblar los planetas y creó el primer hombre a su imagen y semejanza. Luego condujo a la creación de la primera mujer, a imagen de Asherah y allí nacieron los primeros seres del planeta tierra. Dueños de un mundo sin guerras absurdas, dueños absolutos para que crear otro mundo nuevo.

            Mientras tanto, en el cielo de los condenados, Samael vio un mundo oscuro, pero no iba a quedarse con los brazos cruzados. Entonces, empezó de nuevo su intención de conquistar el universo. Se prometió a sí mismo que se vengaría y todo lo que su padre creaba, él iba a contaminarlo con maldad.

            Entonces, lo primero que hizo fue…

    Convencer a Eva.

©2023 Marcos B. Tanis.

Publicado por Marcos B. Tanis

De profesión analista, docente y magíster en auditoría en informática, amante de la lectura y ahora escritor. Tengo mis primeras novelas publicadas tituladas: Fragilidades del alma y Aquello que menos esperas I y II, además varios apresurados por salir de la oscuridad.

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