Frías paredes

Algo me despertó de golpe a la noche cuando te escuché rechinar los dientes, al principio me pareció que era de lo más normal, sin embargo, después de unos días seguidos el bruxismo continuó.

            Al principio no quise decirte que lo hacías para no hacerte sentir mal, ya que tú me jurabas que cuando dormías no producías ningún sonido. Pero ¿cómo podrías asegurarlo si no eres consciente cuando duermes?, tampoco te dije en todo este tiempo que a veces gritas o roncas como un perro viejo que sufre de asma.

            En ocasiones me despierto porque siento que tú me observas mientras yo duermo y cuando lo hago, siempre estás con los ojos cerrados. No sé… desde hace un tiempo me persiguen estas sombras de miedo y me alarmo ante cualquier ruido y, hasta creo que ahora brotó en mí una especie de fobia por no querer tener miedo.

            Por las mañanas parezco un sin alma, mientras que tú, allí toda acicalada, carialegre y esbelta te despides de la casa como si nada, mientras que yo aquí, desganado, con un café sucedáneo que ni me llena y menos aún, no provoca ese placebo vivificante.

            Las paredes de la casa permanecen despintadas desde hace meses, telarañas adornan techos y esquinas y la atmósfera se tiñe de un aroma de ausencias. Es raro, pero cuando te marchas todo se siente más vacío.

            Para colmo, el gato me esquiva y los vecinos miran con extrañeza cada vez que pasan por aquí. Supongo que es por el césped que está descuidado y el árbol de la vereda que hace tiempo no se poda. Al menos los recolectores de residuos siguen llevando lo que producimos a diario, si no, el síndrome de Diógenes haría su magia en nuestro hogar.

            Tengo miedo de que algo malo esté sucediendo aquí, porque a veces encuentro el grifo a medio cerrar y la puerta de la alacena pareciera tener vida propia. Supongo que estas cosas suceden a veces o, tal vez todo es producto de mi imaginación.

            Después recorro cada habitación para que no sea tan monótono, luego salgo al patio para tratar de sentir que el viento acaricie mi rostro. El perro de al lado (aún no sé su nombre), cada tarde se aproxima para recibir sus dosis de cariño, luego regresa y se recuesta sobre un colchón desgastado que le sirve de lecho.

            Intento ser amable con mis vecinos o las personas que pasan cerca, pero nadie me saluda o quizá, prefieren evitarme, no lo sé y para ser franco, me tiene sin cuidado.

            No importa, la paciencia se ha perdido por completo y la educación ya no es una doctrina universal. De modo que sigo mi destino en esta inmensa soledad.

            Hasta que llega el momento y tú regresas de un día laboral infinito. De nuevo te veo allí, tratando de entender qué sucedió con nosotros. Oteando las frías paredes donde aún permanecen intactos nuestros recuerdos. Acto seguido, dejas tus cosas sobre el sofá, luego revisas tus redes sociales y sonríes triste por las historias de otras personas.

            Contemplo tu figura, como se va desdibujando esa efímera alegría y vas al baño para darte una ducha y yo, mientras disfruto desde mi rincón tu desnudez. Tus senos, tu tersa piel, eres perfecta.

            ¿Sabes?, quisiera abrazarte, quisiera decirte que estoy allí contigo, a tu lado. Con el miedo de aceptar que ya no estoy físicamente, pero decirte que sí seguiré estando allí para ti. Sintiendo tus emociones, tus yemas cruzando el lado de mi cama, acariciando mi almohada y apretujándote con dolor la sábana.

            Tu pastilla contra la depresión te espera allí sobre la mesa. En un momento el agua arrastrará la tristeza consigo y de nuevo dormirás tan profundo como cada noche.

            Mañana tal vez pienses que estuve aquí contigo, cuando encuentres la puerta de la alacena abierta o cuando cierres el grifo de la ducha y más tarde me acompañes a la mesa mientras en silencio bebes de tu café.

©2024 Marcos B. Tanis

Publicado por Marcos B. Tanis

De profesión analista, docente y magíster en auditoría en informática, amante de la lectura y ahora escritor. Tengo mis primeras novelas publicadas tituladas: Fragilidades del alma y Aquello que menos esperas I y II, además varios apresurados por salir de la oscuridad.

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