El otro

Nunca imaginé que algo así podría ocurrirme, pero fue tanto el odio que nació en mí que no supe cómo controlarme.

            Recuerdo cuando hoy me miro al espejo y noto un destello maligno, mis ojos sanguinolentos, el ceño fruncido y las comisuras de los labios inclinados hacia arriba. Como si sonriera por la imagen que ahora reflejo yo mismo. ¿Quién eres tú si lo que veo es mi rostro?, me hago la pregunta y al mismo tiempo sé que no tiene sentido que lo hiciera.

            Remontémonos al despertar de mi otra versión.

            Era un día cálido de agosto, el frío duró poco y los árboles empezaron a dar su tono primaveral. Con mi familia fuimos a la casa de mis padres al interior del país. Siempre mis hijos disfrutaban el hermoso paisaje y el hábitat de los animales, también cerca hay un cerro y un arroyo cristalino que traspasa los lindeles de su parcela.

            Todo iba de maravillas y los tres días que duró nuestras vacaciones allí; pasó volando. Mis padres nos regalaron bolsas de verduras, huevos, maní y mataron una oveja. Muchas veces me negué a que sigan proveyéndonos de algo que en verdad no necesitábamos, pero ellos insistían y se molestaban si no lo hacíamos. De modo que al final siempre aceptábamos lo que no queríamos.

            De regreso, por la ruta 1, en el cruce con la ciudad de Santa Rosa, unos hombres que venían sobre una motocicleta nos amenazaron para que nos detuviéramos. Oí gritos de mi esposa que decía que lo hagamos y el llanto de desesperación en la parte trasera. Sin embargo, si lo hacía sabía que podríamos correr peligro y decidí amagar que, si ellos seguían apuntándonos con el arma, los embestiría. Al parecer ellos no tomaron en serio mi amenaza y cada vez se acercaban más con aquella espeluznante arma. Lo peor de todo que éramos el horizonte vacío y nosotros.

            En un intento desesperado por proteger a mi familia hice un amago y el hombre que portaba el arma me apuntó a mí y cuando vi que lo hizo, aceleré y el disparo que iba dirigido para mí, se quedó incrustado en mi hijo.

            Solo oí que mi mujer me imploraba que me detenga y cuando lo hice, ya había sido tarde. La sangre barbotaba y mi hija intentaba sostener la vida de su hermano, mientras que los hombres ya habían huido del sitio. Maldije y prometí que me vengaría de aquellos dos viles.

            Tras la muerte de mi hijo, dejé que todo transcurriera como si solo hubo pasado. Sin embargo, empecé a movilizarme y viajé hasta allí de nuevo en varias oportunidades. Pregunté y pregunté por los sujetos que tenía impreso en un papel y después de dos meses de buscarlos sin cansancio, por fin lo hice.

            Memoricé sus nombres y se impregnó en mí los deseos de vengarme de la forma más cruel posible. Así que inventé que conseguí sus números porque me hablaron que eran muy buenos en lo que hacían. De ese modo conseguí ganar su confianza y los cité en un punto neutral para que no llamase la atención. Para que todo sea más creíble, antes les había transferido una parte de la paga por sus supuestos trabajos (que, por cierto, no era demasiado y que ni me afectaría mucho), así que ese dinero que ya no recuperaría me importó poco.

            Diagramé castigos y sufrimiento para ambos. Imaginé el dolor de las súplicas y horadé mi odio con todas mis fuerzas. No solo troceé sus miembros, sino mientras clamaban que no lo hiciera, yo sonreía por el efecto que provocaba mi venganza. Quizá no recuperaría a mi hijo, pero ellos dejarían de provocar dolor en otros padres.

            Nunca nadie sabrá donde están, solo yo y el otro quien cohabita conmigo.

            Ahora solo disfruto del resultado y tratamos de sobrellevar lo que pasó aquel día. Mi esposa no se ha recuperado del todo y hasta pareciera que me ha perdonado por no haberme detenido. Mi hija en cambio siguió su vida y espero que recuerde lo que su hermano hizo en vida y no el episodio donde ella intento sostener su alma.

            En el presente convivo con el dolor y el nacimiento de alguien que permanece dormido y que a veces quiere apoderarse de mí mientras duermo. Por ahora soy yo quien gana la partida y espero que él no intente dominarme por creer que se convirtió en mi dios.

            Al menos eso espero.

© 2024 Marcos B. Tanis

Publicado por Marcos B. Tanis

De profesión analista, docente y magíster en auditoría en informática, amante de la lectura y ahora escritor. Tengo mis primeras novelas publicadas tituladas: Fragilidades del alma y Aquello que menos esperas I y II, además varios apresurados por salir de la oscuridad.

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