Impasse

Su figura es descomunal, cuando la ven caminando, ella, se convierte en el núcleo de una envidia enmascarada de observaciones y admiración entre las mujeres que están dispersas a su alrededor. Es notable que su sola presencia provoca una antítesis de lo inmoral, no obstante, ella sigue el curso de su destino y es… mostrarse tal como piensa que es.

Con lo que respecta a su imagen, sus ojos distan del índigo del cielo, mientras que su cabello recorre toda su espalda y cruza los horizontes hasta llegar a sus nalgas, lo cual provoca una concupiscencia sin igual en quienes la ven caminar.

            Hoy lleva puesto un vestido pegado al cuerpo, es como si fuera parte de su misma piel y está demás decir que le queda perfecto. Las uñas de pies y manos están pintadas y hacen gala de un color puro, junto con su perfume que se queda impregnado en la atmósfera.

            Ella sabe que es fruto de una miríada de ojos inquisidores que pululan animadversión y en los hombres, la prognosis de un deseo que allí se estanca. Porque, aunque esté a centímetros de ellos, al mismo tiempo les es inalcanzable.

            A ella no le molesta ese aluvión de galantería que recibe por donde va, como, por ejemplo: le abren la puerta en cada tienda o cuando sube al taxi, le ofrecen bebidas o le dejan entrar primero al ascensor. Tampoco ella lo buscó, pero se acostumbró tanto que ahora lo necesita.

            Pero lo que es inalcanzable para otros, para mí no lo es. Cuando la veo cuando se aproxima y dibuja una hermosa sonrisa, enseguida despierta en ella esos deseos de lanzarse a mis brazos mientras nos mecemos en la cuna de nuestro amor.

            —Te extrañé mucho —me dice apenas me ve.

            —También te extrañé —le digo y le doy un beso en los labios.

            Tras el saludo, la invito al lugar que hoy configuré para nosotros. Hay músicos de por medio, manteles y cortinas blancas. Los utensilios de plata adornan la mesa y hay un ramillete en medio. No distingo bien los rostros de los otros comensales, pareciera un efecto de prosopagnosia y todo se centra en nosotros.

            La tomé de la mano mientras pedimos el menú y me mira como si augurase una última cita.

            Sabe que no es muy seguido y hasta a veces me cuesta imaginar que alguna vez será real. Entonces, aprovechamos cada instante, porque el tiempo es limitado, sesenta minutos es lo máximo que nos brinda la aplicación que ha revolucionado entre las demás.

            Después de la cena, la llevo hasta el motel y fantaseamos en este sucedáneo mundo. Durante el acto de amarnos, palpamos cada horizonte, lamemos recuerdos y si tenemos suerte, quizá hasta nos volveremos a ver.

            Los rostros y el paisaje se difuminan poco a poco. El reloj en pantalla anuncia que mi sesión ha concluido y es hora de volver a mi verdadero mundo.  Donde reina una lúgubre soledad y al apego a la frivolidad de la tecnología.

©2024 Marcos B. Tanis

Publicado por Marcos B. Tanis

De profesión analista, docente y magíster en auditoría en informática, amante de la lectura y ahora escritor. Tengo mis primeras novelas publicadas tituladas: Fragilidades del alma y Aquello que menos esperas I y II, además varios apresurados por salir de la oscuridad.

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